La semana pasada tuve el gusto de recibir en consulta a una paciente de primera vez, quien se había presentado hace un mes con un cuadro de infección gastrointestinal después de comerse unos deliciosos tacos en un pequeño puesto afuera de su trabajo.
Ella creyó que ya se había resuelto su problema, pero comenzó a comer con miedo, por la posibilidad de que la diarrea volviera, y en ese andar, dejó de hacerlo, o al menos no tan frecuente como antes, ya que además sentía muchas náuseas al hacerlo.
Así fue como se presentó conmigo, cansada de sentirse mal, de tener dolor abdominal en la boca del estómago (¡Ah sí! No les conté eso: ahora presenta dolor justo debajo de las costillas, en medio de su abdomen) y la diarrea volvió a presentarse, aun cuando parecía que estaba curada de su infección. Otra vez se sintió enferma, aunque ella aclaró que en realidad jamás volvió a sentirse bien después de esos benditos tacos que se comió con mucho gusto.
La escuché atenta, me gusta que me platiquen cómo perciben su dolor y cómo lidian con él: ¿Qué has tomado?, ¿Ya te revisó otro colega?, ¿Cuál es el síntoma que te trajo hoy aquí?…
Al final, cuando acabó de platicarme todo su viacrucis, entiendo bien que presentó un cuadro de gastritis aguda, que ella no sabe que tras ese temor al comer y dejar de hacerlo, tras esa dieta tan frugal y esa ingesta de múltiples fármacos para combatir su diarrea infecciosa; se lastimó la mucosa de su estómago y sus defensas bajaron. No obstante, tiene solución si la tratamos a tiempo y podemos revertirla en unos meses, si bien requerirá algunos medicamentos, la dieta en ella es ¡Importantísima!
Le expliqué que necesita comer pequeños platillos cada 3 o 4 horas, así como suprimir algunos alimentos que favorecen los síntomas, como el alcohol (buenísimo para socializar los fines de semana, pero malísimo cuando estamos en la soledad del inodoro) los alimentos muy condimentados o con mucha grasa, y el café de las mañanas, ese que se pide con doble shot de expreso… ¡Puff, una bomba!
Me despedí de ella, y le agendé cita para verla en un mes, con algunos estudios programados y una sonrisa en el rostro, porque ahora está feliz de saber qué tiene y que se curará. Que volverá a ser la chica de antes que podía comer sin preocuparse por despertar en las mañanas con dolor o náuseas… En fin, nos vemos pronto.